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Entrevista a la Dra. María del Carmen Araya Jiménez, primera directora del Centro de Investigaciones Antropológicas (CIAN)

 

Por Marilin Agüero Vargas

18 de diciembre del 2020

 

¿Desde cuándo está vinculada a la UCR y desde cuándo a la Facultad de Ciencias Sociales?

 Llegué a la UCR en 1978 a realizar una práctica del Colegio Vocacional de Heredia y estuve haciendo algunos trabajos al interior de la universidad. Me incorporé de manera constante a partir de 1980, en la Oficina de Diseño de la Oficina Ejecutora del Plan de Inversiones (OEPI), en donde trabajé como dibujante arquitectónica.  En el año 1990, me fui con un permiso sin goce de salario a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO-Sede México, a realizar una maestría en Ciencias Sociales.  El Gobierno de México me otorgó una beca. Al concluir, ingresé al Doctorado de Sociología de la Universidad Autónoma de México (UNAM) de la cual me egresé.  En 1994, regresé a la Universidad de Costa Rica y me incorporé, nuevamente, a la OEPI. Durante varios meses estuve conversando con las autoridades de distintas unidades académicas para lograr participar en otra unidad de la UCR, más acorde con mis estudios en Ciencias Sociales. En marzo de 1995 el Departamento de Antropología de la Escuela de Antropología y Sociología ­–en aquel entonces–, me abrió sus puertas, hasta el día de hoy.  En la UCR tengo 40 años de servicio y en el Departamento de Antropología y en la Escuela de Antropología tengo 25 años de laborar de forma continua.

 

¿Qué es el CIAN para usted?

El CIAN es un proyecto colectivo hecho realidad cuya idea tiene un origen de larga data, impulsada por las personas que han ejercido o que han estado relacionadas con la antropología en la Universidad de Costa Rica (UCR), con el fin de lograr mejores condiciones para el desarrollo de la investigación y la acción social de la Antropología y que esta tenga impacto en el país y más allá de sus fronteras. También, definiría el CIAN como una deuda histórica cumplida, de la UCR hacia la disciplina, ya que desde 1944 Jorge Lines presentó al Consejo Universitario la propuesta de fundación de un Instituto de Investigaciones Antropológicas de Costa Rica. Se podría decir que este es el primer momento del CIAN.

En 1962 –segundo momento– se autoriza la creación del Centro de Estudios Sociológicos y Antropológicos, adscrito a la Facultad de Ciencias y Letras (acta No. 1211, 21 de mayo de 1962), conjuntamente con la Comisión para el estudio de las Ciencias del Hombre. Sin embargo, en la práctica, en ese año, el centro no funciona por limitaciones presupuestarias de la UCR.

Un tercer momento se da en 1995 cuando el Laboratorio de Etnología retoma la idea de la fundación o transformación del Laboratorio en un Centro o Instituto ligado al Departamento de Antropología; asimismo, en ese año 1995, el Departamento de Antropología propone la creación del Posgrado en Antropología. Se da prioridad a la creación del Posgrado en Antropología y luego se continua con la fundación de la Escuela de Antropología, en el 2007.

Durante ese período de 1995 al 2007 la idea de un centro sigue presente y se exploran varias posibilidades, pero es hasta el 2015 –cuarto momento– cuando la Escuela de Antropología, luego de ocho años de estar fundada, organiza la comisión para la creación del centro.  Varias personas participan en esa comisión, la cual es propuesta por Silvia Salgado González, como directora de la Escuela de Antropología. Además, participan María Eugeni Bozzoli Vargas (profesora emérita de la Escuela de Antropología), quien lidera la comisión y le da un seguimiento a todo el proceso de creación en todas las esferas de la UCR; Mauricio Murillo Herrera, Patricia Fernández Esquivel, Denia Solano Román (durante un semestre) y mi persona –Ma. del Carmen Araya Jiménez–. La Asamblea de la Escuela de Antropología aprobó el 18 de marzo de ese año 2014, el documento de creación del centro.  Con esto se da inicio a una serie de actividades necesarias para elevar el proyecto hasta el Consejo Universitario.  El Consejo Universitario en su sesión ordinaria No. 6063 del jueves 9 de marzo del 2017 acordó la creación del centro.  Esta acta fue aprobada en la siguiente sesión No. 6069 del Consejo, del jueves 30 de marzo del mismo año. Finalmente, el 5 de abril del 2017, en la Gaceta Universitaria No 7-2017, Año XLI, se publica esa aprobación y, por tanto, se hace oficial. 

Un quinto momento comienza el 13 de marzo de ese año 2017 hasta el 12 de marzo del 2018, periodo durante el cual se nombra a la primera directora del CIAN –honor y responsabilidad que se deposita en mis manos–, con el fin de que organice en términos administrativos y académicos el funcionamiento del centro a partir del documento de creación, del acta del Consejo Universitario, de la normativa universitaria y de la experiencia universitaria en este tipo de unidades. Debido a mi jubilación a partir del 28 de diciembre del 2020, se nombra a Onésimo Rodríguez Aguilar, como director durante el período 27 de diciembre del 2020 hasta el 28 de diciembre del 2024. 

 

¿Cuál iniciativa o ideas propias rescata de su labor en el CIAN?

Rescataría tres ideas que han sido pilares del CIAN durante sus primeros casi cuatro años:

1) La creación de un sistema editorial o de una serie de publicaciones, especialmente virtuales, de obras fundamentales de la antropología o de temas afines organizados por el centro. Asimismo, la producción virtual de exposiciones sobre la antropología en Costa Rica. Un centro se crea para realizar investigación y acción social de mayor alcance y a la vez, para publicar, de diversas maneras, y difundir su quehacer.  El CIAN posee recursos propios de la disciplina como colecciones de arqueología, de etnología y de fotografías. En el Laboratorio de Arqueología, por ejemplo, se cuenta con Carolina Cavallini Morales, dedicada a la labor de curatoría de las colecciones que están bajo resguardo de esta unidad.  Esta persona realiza exposiciones para difundir esas colecciones, pero también, para difundir la historia prehispánica de los pueblos que habitaron el territorio costarricense. Como parte de estas publicaciones se pensó en las siguientes: i) Catálogos o Álbumes de colecciones arqueológicas y etnológicas, ii) Catálogos de exposiciones temáticas, iii) Colección patrimonio: historia y tradición oral.

Es importante señalar que esta idea de las Publicaciones del CIAN nace del aporte que ha dado al tema el Laboratorio de Etnología “María Eugenia Bozzoli Vargas” (LEMEBV) primero, dentro del Departamento de Antropología y luego, en el marco de la Escuela de Antropología. Las personas coordinadoras de este laboratorio cumplieron la función de dirigir la Revista Cuadernos de Antropología y la serie de publicación de Libros del Laboratorio de Enología, a partir de 1994. Con la publicación reciente del libro La profunda huella histórica de los pueblos del Istmo Centroamericano, el cual contiene las cinco conferencias magistrales impartidas por Marcos Guevara Berger, Gloria Lara Pinto, Eugenia Ibarra Rojas, Ernesto Vargas Pacheco y Miguel Alberto Bartolomé Bistoletti, durante el XI Congreso de la Red Centroamericana de Antropología[1], se concreta esta idea y se subraya la importancia de fortalecerla.

2) La integración entre el Centro/Escuela de Antropología/Posgrado en Antropología, es decir, de las tres unidades que ejercen la Antropología en la Universidad de Costa Rica. Ahora la antropología representa una familia extensa que creció con tres ramificaciones o cabezas que deben practicar una comunicación constante, una coordinación del trabajo y acciones conjuntas desde la competencia específica de cada una. El CIAN, al igual que el Posgrado en Antropología, nace de lo que ahora se conoce como la Escuela de Antropología para enriquecer la antropología en la UCR. Esa unión hay que fortalecerla en aras de que se logren proyectos de investigación y de acción social de mayor alcance, asimismo, de que estos tengan un impacto más fuerte en la formación de estudiantes de grado y de posgrado.

3) La comunicación y la colaboración del centro con las personas que hacen antropología y trabajan temas afines en Centroamérica, en el sur de México, en el Caribe insular y en el noroeste de Colombia. El desarrollo y alcance de las tecnologías virtuales durante el año 2020, nos permiten pensar, ahora, en una Red de Centros de Investigación de Antropología de Centroamérica, el Caribe insular, el noroeste de Colombia y el Sur de México, sobre todo, porque hay una historia profunda que une estos territorios, desde lo prehispánico hasta la actualidad. Es necesario fortalecer estos lazos y crear otros nuevos. Esta red de centros puede ser un apoyo al trabajo que realiza la Red Centroamericana de Antropología de la cual el CIAN es parte.

 

¿Cómo inició su pasión por la antropología?

Empecé a llevar cursos de la carrera de Antropología en 1980 ya que estos eran muy sugerentes y atractivos.  En ellos se hablaba de otras culturas, formas de vida y de pensamiento. Se hacía énfasis en los mecanismos que creaban las personas y grupos culturales para comunicarse, para negociar y establecer un mínimo de entendimiento y convivencia. Los contenidos de estos cursos me aportaban información que yo no conocía sobre la naturaleza de las personas, los valores, la interacción social, las prácticas y me incitaban, constantemente, al asombro. Esa orientación del ser humano me fascinó tanto que cuando me di cuenta ya estaba avanzada en la carrera.  En el camino, el deseo de estudiar otras carreras se había transformado en el deseo de conocer otras culturas y me dediqué, enteramente, a la Antropología. Estoy segura que la Antropología nunca dejará de tener en mí ese hechizo mágico porque se relaciona con la naturaleza profunda de la humanidad.

 

¿Cómo debería enfocarse la antropología para preparar a los futuros profesionales?

La Antropología, igual que las otras disciplinas, hoy por hoy tiene grandes desafíos porque se enfrenta a un mundo que intenta prescindir de las ciencias sociales, aún cuando son más necesarias que nunca.  Las personas que ejercen o piensan ejercer la Antropología deben estar muchísimo más preparadas que en el pasado, teniendo claro qué es lo específico que pueden aportar a la sociedad y que ninguna otra disciplina aportará. El conocimiento de técnicas, métodos, teorías; el conocimiento de la realidad del mundo en general y de los mundos propios, se tornan imprescindibles. La capacidad de ver el bosque y el árbol –como dice el sentido común– al mismo tiempo, de dar respuesta a los problemas cotidianos y a aquellos que se mantienen por larga data, son herramientas esenciales.  Desde mi perspectiva, esto se resume en la incorporación de la actitud y aptitud de investigar a la práctica profesional y a la práctica de vida. Ahora que se tiene el CIAN, se esperaría que esa capacidad maravillosa de asombrarse, preguntar, buscar, resolver, crear, dialogar… que están en el acto mismo de investigar enriquezca el enfoque de la Antropología, en el grado y en el posgrado.

 

¿Qué sería de una Universidad sin investigación?

Una universidad sin investigación y acción social es un centro de docencia. Una universidad integral en el sentido amplio de la palabra, impulsa el desarrollo de las distintas aristas de la producción, distribución y circulación del conocimiento. Esto quiere decir que, además de enseñar el saber creado en otras latitudes, construye su propio saber en diálogo con otros saberes, con los y las estudiantes y con la sociedad en general. Para esto se requiere, sin duda, investigar y hacer acción social.

 

¿Cuál sería la investigación que rescataría en estos años de dirección?

Durante estos años rescataría todas las investigaciones y los proyectos de acción social que se han realizado en el CIAN –en la actualidad se tiene 13 proyectos de investigación y 7 de acción social–. Tanto los que tienen un problema o una pregunta muy específica, con una localización espacial o temporal acotada, como los que tienen un árbol de preguntas, que cubren grandes extensiones territoriales y períodos de tiempo; las investigaciones  y los proyectos de acción social más cerca de la práctica que tradicionalmente se denomina ciencias exactas, por ejemplo, el estudio de la composición de pastas cerámicas, de la producción e intercambio de espejos de pirita en sociedades prehispánicas, como aquellos proyectos relacionados con problemas como los conflictos territoriales e interétnicos, la construcción de un observatorio contra el racismo, las formas de convivencia entre las barras de fútbol, el desarrollo urbano en el marco de ciudades neoliberales, las prácticas culturales de distintos grupos. Rescataría las investigaciones y proyectos de acción social que han participado en fondos concursables, pero también, las que no lo hicieron; aquellos proyectos que han sido impulsados por grupos de trabajo o por personas individualmente.

Hay que destacar que la riqueza de la investigación y de la acción social está en su diversidad, a toda cuenta que la complejidad del ser humano es inconmensurable y no debe imperar una orientación única. Todas las investigaciones y proyectos de acción social que se han llevado a cabo en el CIAN, durante estos 3 años y 9 meses, se han complementado en muchos sentidos, han aportado a la sociedad y al quehacer antropológico. Por supuesto, esto no quiere decir que no se elaboren políticas de investigación y de acción social, que no se construyan comunidades de investigación y acción social, un centro debe hacerlo, pero, siempre en el marco de esa diversidad y de la pertinencia del momento que se vive.

 

¿Qué es lo primero que se le viene a la mente en los inicios del CIAN?

Desde el 2015 y hasta la actualidad, lo primero que evoca mi mente es la intensidad del trabajo y de las emociones, la negociación entre todas las fuerzas que deseaban y desean modelar el CIAN, la búsqueda de articulación entre esas fuerzas/deseos con la realidad que imponen las normativas universitarias o la misma administración académica.

A partir del momento en que el Consejo Universitario aprobó el CIAN, en el 2017, el trabajo se intensificó, aún más, ya que, aunque había un documento de su creación, hubo que organizar aspectos nuevos y revisar otros para lograr esa articulación entre la forma como se piensa un centro o el espíritu de su creación y la realidad de su práctica, según las distintas normativas de la UCR. 

Así, se revisó la propuesta original del reglamento y se hizo el documento final de reglamento –en proceso final de aprobación por parte de la VI–, se trasladaron los proyectos de investigación y acción social y los cuatro laboratorios al CIAN; se trasladó el proyecto de Cuadernos de Antropología y de la Revista Cuadernos de Antropología al centro; se trasladaron y gestionaron plazas administrativas, se propuso el organigrama del CIAN, se elaboraron las artes distintivas, se organizaron el consejos asesor y el consejo científico, se orientaron los pasos hacia una cultura del trabajo en esos consejos y de investigación y acción social desde un centro, se hizo la actividad de inauguración del CIAN, se celebraron las primeras jornadas; recientemente –segunda semana de noviembre del 2020–, se realizaron las segundas jornadas con la colaboración del Decanato de la Facultad de Ciencias Sociales; se publicó el primer libro del CIAN. Cada una de esas tareas y otras tantas más, requirieron muchas consultas administrativas, normativas, legales; realizar trámites y acciones de los cuales no había un manual ni nadie sabía cómo se hacían.

Todo lo señalado ha sido especialmente complejo porque, además, el centro nace como una unidad nueva, pero sumamente grande: cuatro laboratorios, proyectos de investigación y de acción social –20 actualmente–, el área de archivo –aún sigue en proceso de ordenamiento–, el área de publicaciones con la revista Cuadernos de Antropología y la línea de libros del CIAN.  La coordinación y gestión de todo ese proceso recayó sobre la figura de la dirección del CIAN, haciendo de este puesto extremadamente recargado de funciones, actividades, responsabilidades y otras. En los primeros años del CIAN, esto fue necesario para darle coherencia, unidad e identidad; para lograr que todas las fuerzas que deseaban dibujar el centro coincidieran o se unieran. Una vez logrado esto, hay que emplear formas de gestión que potencien aún más los recursos materiales y humanos institucionales, sin recargar a una o a un grupo de personas.

 

Me comentaba que va a seguir el vínculo con la Universidad, ¿me podría explicar algo sobre esto?

Decidí dar el paso hacia la jubilación para poder contar con más tiempo y dedicarme de lleno a la investigación y a la escritura.  Tengo varios proyectos que suspendí en el momento que acepté dirigir el CIAN en sus primeras etapas, por ejemplo, sobre la historia de la antropología en Centroamérica, un estudio no finalizado sobre el desarrollo urbano, un seminario de graduación sobre la cuestión barrial en Santiago del Monte, en San Diego, La Unión; asimismo, tesistas que espero verlos culminar con sus trabajos finales de graduación. También, estoy a la espera de la publicación en la Editorial de la Universidad de Costa Rica, del libro De la “pequeña Wall Street” a la ciudad de los “pulseadores. Las ventas que corren por las calles del mundo”. Como he dicho en distintos espacios, me estoy jubilando no me estoy yendo de la institución. Mis intereses y proyecto de vida más importantes seguirán siendo académicos, ahora con otros tiempos, con mis propios intereses y con muchísima libertad.  Pensar y sentir que una está pensando, creando, es algo a lo que no se renuncia. Ahora, espero poder transformar ese pensamiento con la libertad que antes no tenía.  

 

 

[1] Esta obra da un aporte al concepto de Área Histórica Chibcha o Istmo-Centroamericano, planteado para una comprensión profunda de la historia de los pueblos que habitaron y habitan el istmo centroamericano.

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Agradecemos a la Dra. Carmen Araya Jiménez, primera directora del Centro de Investigaciones Antropológicas (CIAN) por su labor, compromiso y aportes en su gestión.

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